LA VEJEZ ...pilar sordo

La vejez se está viviendo mal; hay que caminar agradecido con el paso de los años



La investigación de cuatro años para su libro No quiero envejecer es la base de su conferencia. Aconseja tomar medidas en la juventud y resignificar la vejez





 

¿Por qué cada vez hay menos velas en las tortas de cumpleaños? ¿Por qué es de mala educación preguntar la edad a una mujer? o ¿por qué se considera un cumplido que nos digan (a hombres y mujeres) que no aparentamos la edad que tenemos?
Para Pilar Sordo, la sicóloga chilena que va a estar en Santa Cruz el 10 de agosto, es una constante en la cultura latina que la gente se rehúse a envejecer. “No se valora la vejez como algo positivo. Creo que en quitar las velas del pastel hay algo depresivo de fondo, que es la poca capacidad que tenemos de celebrar la vida”.
Sordo hizo una investigación por todo el mundo hispano, que le demandó cuatro años, la cual condensó en el libro No quiero envejecer. Ahí se destaca el concepto que da a esa etapa de la vida. “Envejecer es cuando los recuerdos superan a los proyectos”. Para ella, mientras uno está generando proyectos y no está anclado en los recuerdos, el proceso de envejecimiento es mucho más grato”.
Miedo a envejecer
Cuando Sordo preguntó a la gente por qué tenía miedo a esa etapa de la vida todo giraba en torno a tres aspectos: asociaban envejecer a la pobreza, a la soledad y a depender físicamente de alguien. Y ella le agrega un cuarto motivo, “le tenemos miedo porque cada año que cumplimos nos hace dar cuenta de que tenemos menos tiempo para arreglar las ‘metidas de pata’ que hemos cometido. Por lo tanto, el miedo tiene más que ver con cómo estoy viviendo hoy y enfrentarme a la sensación de que no he logrado lo que quería”.
Idealizar la juventud
“Hay una idealización de la juventud asociada a la belleza y al éxito. La gente se empeña en rejuvenecer porque no se quiere morir y detener el tiempo es algo que parece atractivo y recurre a todo, al gimnasio, a la cirugía, a lo que sea”.
La sicóloga hace notar que en realidad envejecemos desde el minuto en que nacemos y lo coherente es decir yo quiero envejecer (vivir) lo más que pueda, pero de la mejor forma posible.
Tomar medidas
En lugar de asociar la vejez a aspectos negativos, es mejor cambiar la idea que tenemos y pensar que aumentar de dígito es sinónimo de tiempo libre, sabiduría y posibilidad de establecer nuevos proyectos.
Otra medida empieza por preguntarse ¿cuánto estamos invirtiendo para tener la seguridad de que habrá alguien que se va a hacer cargo de nosotros? Con esta interrogante Sordo sugiere preocuparse más por depositar amor que dinero en una cuenta, porque las personas a las que les entreguemos amor, después se van a hacer cargo de nosotros. A esto Pilar le llama ser previsores sentimentalmente.
Y, por último, subraya que hay que prepararse, planificar y decidir cómo, con quién y dónde se quiere envejecer y esta decisión debe tomarse en la juventud. Por ejemplo, cambiar la tina del baño por una ducha, pues ya entrado en años no se podrá levantar las piernas para ingresar y salir de la bañera con facilidad. También sugiere trasladarse a vivir a un lugar en el que se necesite poco, es decir, que no haga sentir carencias que suelen percibirse más en las ciudades grandes. En los sitios pequeños y sencillos no se requiere mucho para vivir y no se va a sufrir estrés por conseguir las cosas materiales.
Resignificar la vejez
Sordo invita a resignificar el concepto de vejez y tomar consciencia de que con los años “se va agarrando templanza, cierta desfachatez, se siente menos verguenza y el temor al ridículo disminuye porque se es más consciente de que hay que disfrutar el tiempo”.
La premisa es que la vejez se está viviendo pésimamente, cuando en realidad hay que caminar agradecido con el paso de los años sin desear retroceder porque como somos hoy es una versión mejorada de cuando teníamos 10 o 20 años menos. 



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