PSICOLOGÍA
Cuatro gestos para no explotar en momentos de rabia (según la neurociencia)
Si no quiere que su cerebro desbocado acabe con una buena bronca, vaya buscando un 'sudoku'
Todos tenemos derecho a enfadarnos, pero no todo vale a la hora de canalizar las emociones. Las oleadas de rabia, ira y descontrol son tan nefastas como derrumbarse ante la adversidad. Por suerte, con entrenamiento, es posible “sujetar” al cerebro cuando se desata una cadena de reacciones químicas abocadas a terminar en una buena bronca. O algo peor.
El efecto de dejarse llevar por la rabia es el mismo que el de sucumbir ante cualquier otro impulso, como atiborrarse a pasteles o beber demasiado. De forma inmediata, se produce una primera vivencia de alivio y descarga de la ansiedad. Pero dura poco. “Hay una recompensa inicial producida por la dopamina [el neurotransmisor de las sensaciones placenteras, entre otras muchas cosas], seguida de ráfagas de culpabilidad y frustración”, explica Inmaculada Pérez Tamargo, neuropsicóloga y directora de los centros de neurodesarrollo
Sábilis. No merece la pena explotar. “Lo peor de caer en la trampa que nos tiende la ira no son tanto las consecuencias sino el hecho de fortalecer, a nivel bioquímico y estructural, una forma de respuesta en la que no intervienen ni el pensamiento racional ni una toma de decisiones analítica y objetiva”, aclara Pérez. Cuando enfurecemos, en realidad lo que hacemos es “dar más poder al sistema límbico [centro de control de los instintos], lo que nos hace dependientes de nuestros sentimientos más primarios, y menos libres para decidir de forma consciente cómo queremos actuar en el futuro”, matiza la experta.
Si no manejamos de forma apropiada la propensión a la rabia, podemos acabar consolidando las respuestas agresivas y típicas de las personalidades violentas. Según afirma Agustín Merino Delgado, psicólogo especializado en neuropsicología de la violencia, “las personas capaces de vivir en un estado de provocación reactiva permanente, dadas a comportarse de forma violenta, presentan una reducción en la densidad de las cortezas frontal y prefrontal del cerebro [zonas donde se traducen los instintos en estrategias sociales], y una menor capacidad de control de impulsos de la función ejecutiva de su conducta”.
“La ira es una emoción compleja, que surge de la combinación de emociones negativas, como el enfado, el estrés o el miedo”, expresa Pérez. Además, “la persona que es víctima de la rabia se siente injustamente tratada, contrariada, castigada o amenazada, y esta combinación provoca un torrente de reacciones que pueden colocar al individuo en un nivel de descontrol en muy poco tiempo”. Cuando explotamos, “se produce una sobreactivación de la amígdala del sistema límbico y una inhibición de parte de la zona frontal del cerebro”, continúa Merino. En ese momento, las emociones no pasan por el filtro de la razón. Con los siguientes cuatro consejos neurocientíficos, podrá aplacar a un cerebro desbocado a causa de esa emoción tan negativa.
Si no manejamos de forma apropiada la propensión a la rabia, podemos acabar consolidando las respuestas agresivas y típicas de las personalidades violentas. Según afirma Agustín Merino Delgado, psicólogo especializado en neuropsicología de la violencia, “las personas capaces de vivir en un estado de provocación reactiva permanente, dadas a comportarse de forma violenta, presentan una reducción en la densidad de las cortezas frontal y prefrontal del cerebro [zonas donde se traducen los instintos en estrategias sociales], y una menor capacidad de control de impulsos de la función ejecutiva de su conducta”.
“La ira es una emoción compleja, que surge de la combinación de emociones negativas, como el enfado, el estrés o el miedo”, expresa Pérez. Además, “la persona que es víctima de la rabia se siente injustamente tratada, contrariada, castigada o amenazada, y esta combinación provoca un torrente de reacciones que pueden colocar al individuo en un nivel de descontrol en muy poco tiempo”. Cuando explotamos, “se produce una sobreactivación de la amígdala del sistema límbico y una inhibición de parte de la zona frontal del cerebro”, continúa Merino. En ese momento, las emociones no pasan por el filtro de la razón. Con los siguientes cuatro consejos neurocientíficos, podrá aplacar a un cerebro desbocado a causa de esa emoción tan negativa.
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