RELACION DEL SISTEMA NERVIOSO E INTESTINO

Así se relacionan intestino y sistema nervioso


El intestino agrupa a un conjunto de segmentos que, para coexistir con otros elementos del sistema digestivo, requiere de una coordinación especial lograda por la participación del sistema nervioso.
intestino y sistema nervioso
El tejido nervioso no solo existe dentro del cerebro y el resto de los tejidos del sistema nervioso central. El tracto gastrointestinal, dado su gran tamaño y complejidad funcional, depende de la extensa influencia del tejido nervioso para permitir la comunicación entre sus distintos componentes.
Esto puede lograrse gracias a la presencia de células especializadas adheridas a la pared del intestino que en su conjunto se llama sistema nervioso entérico, aunque la influencia del sistema nervioso autónomo y otras estructuras como la médula espinal también es importante. Es sobre estas particularidades sobre lo que hablaremos el día de hoy.

Los reflejos gastrointestinales

El hecho de que el tubo digestivo sea tan amplio y que cada una de sus partes cumpla una función determinada para facilitar la digestión y absorción de nutrientes, hace que la coordinación entre todas estas estructuras sea imprescindible para llevar a cabo dichas tareas.
Esto puede lograrse a través de los reflejos nerviosos que caracterizan a este sistema. Algunos estímulos (muchas veces mecánicos o químicos) en determinada parte del tubo digestivo pueden desencadenar reacciones que resultan en la estimulación de una vía nerviosa capaz de entrar en contacto con otros segmentos del tubo digestivo e inducir una respuesta en otro segmento lejano en función del estímulo inicial.
Por ejemplo, la distensión del estómago o el intestino delgado cuando existen alimentos dentro de ellos desencadenan un reflejo nervioso capaz de inducir la evacuación de las heces que se encuentran almacenadas en la porción final del colon y recto. De hecho, este mecanismo explica en parte por qué algunas personas sienten la necesidad de evacuar luego de haber comido.
Este fenómeno estudiado desde hace muchos años es posible gracias a la presencia de centros de integración de señales nerviosas que actúan como “ejecutores” de una respuesta determinada.
Por ejemplo, el mismo estímulo mencionado en el ejemplo anterior genera un impulso nervioso que es transmitido hacia unas estructuras anatómicas llamadas “ganglios”, que realmente son un espacio en el que confluyen miles de nervios provenientes de diferentes vías.
En estos ganglios, generalmente ubicados por delante de la columna vertebral, se establece una interacción entre las neuronas provenientes del estómago y aquellas que envían señales hacia el colon o el recto. Esto se conoce como arco reflejo y permite la comunicación entre distintos segmentos del tubo digestivo.

Intestino y sistema nervioso: el sistema nervioso entérico

intestino y sistema nervioso
Todo el tracto gastrointestinal posee una serie de fibras nerviosas únicas que, en su conjunto, se denominan sistema nervioso entérico. Se distribuye desde el esófago hasta el ano y contiene cerca de 100 millones de neuronas.
Este se caracteriza por ser totalmente independiente del sistema nervioso central (que incluye al cerebro y otros tejidos), aunque pueden compartir algunas similitudes.
Una de ellas es que la unidad funcional sigue siendo la neurona, la cual funciona a través de la transmisión de impulsos eléctricos y de sustancias llamadas neurotransmisores, que permiten el control de todos los tejidos. Estas neuronas están finamente organizadas en todo este sistema.
La formación de dos grupos de células nerviosas llamadas plexos es lo que permite la regulación adecuada de las funciones gastrointestinales. El primero de ellos es el plexo mientérico o de Auerbach, y el segundo es el submucoso o de Meissner. La principal diferencia entre ellos es su localización en la pared del tubo digestivo.
Todas estas neuronas envían proyecciones hacia las células musculares y las glándulas pertenecientes a la pared del intestino. Gracias a esto, el sistema nervioso entérico puede regular el tránsito intestinal y la digestión de nutrientes (que se produce por la liberación de sustancias desde las glándulas intestinales).

El sistema nervioso autónomo

Este se encarga de regular todas las funciones viscerales (como el mantenimiento de la presión arterial o de la frecuencia cardíaca) a través de diversos nervios que entran en contacto con los órganos vitales.
Anatómica y funcionalmente puede dividirse en el sistema simpático y parasimpático. El primero de ellos está encargado de mediar las respuestas de lucha o huida (como el aumento de tensión arterial, vasoconstricción y dilatación pupilar) y el parasimpático se encarga de contrarrestar todos estos efectos, para llevar al organismo a un estado de normalidad.
Estos sistemas también ejercen influencia sobre el tracto gastrointestinal y el sistema nervioso entérico. La liberación de ciertos neurotransmisores sobre estos tejidos permite mediar una serie de respuestas importantes, en las que el sistema parasimpático favorece el tránsito intestinal y la secreción de sustancias (como el ácido gástrico) mientras que el simpático se encarga de antagonizar todos estos efectos.
A pesar de que los nervios que participan en ambos sistemas no se originan directamente en el cerebro, sí lo hacen de estructuras que se relacionan bastante con este órgano.
El simpático está formado por nervios que nacen a partir de algunos segmentos de la médula espinal a la altura del tórax y de la columna lumbar, mientras que el parasimpático lo hace desde una región inmediatamente por debajo del cerebro llamado tronco encefálico, el cual es un segmento que conecta al cerebro con la médula espinal.
Por último, es importante considerar que el principal nervio correspondiente al sistema parasimpático se denomina nervio vago o neumogástrico, el cual aporta la mayor parte de la inervación parasimpática al intestino.
Fuentes y referencias:
Arthur C. Guyton, John E Hall. Tratado de Fisiología Médica. 12a Ed. Ed. Elsevier. Barcelona (2011).

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