Robert Lanza, el científico que postula que la muerte no existe: Conozca la teoría biocéntrica
El investigador norteamericano postula que la muerte es una ilusión creada por nuestra conciencia. Así, cuando morimos nuestra vida no se acaba, explica.
Hace tres siglos años, el filósofo y empírico irlandés George Berkeley formuló una observación particularmente clarividente: Lo único que podemos percibir son nuestras percepciones, lo que significaría que la conciencia es la matriz sobre la que se aprehende el cosmos. Así, el color, sonido y temperatura sólo existirían como percepciones en nuestra cabeza, no como esencias absolutas. Pero, durante siglos, los científicos desecharon el argumento de Berkeley y lo consideraron como un espectáculo filosófico, y continuaron construyendo modelos físicos basados en la hipótesis de un universo separado “allá afuera” al cual hemos llegado, cada uno individualmente. Estos modelos suponen, así, la existencia de una realidad esencial que prevalece con nosotros o sin nosotros.
Desde la década del 70′, no obstante, comenzó a desarrollarse una nueva interpretación que, en lugar de asumir una realidad que es anterior a la vida e incluso la crea, propone una imagen biocéntrica de la realidad. Desde este punto de vista, la vida – sobre todo la conciencia – crea el universo, y el universo no podría existir sin nosotros.
Robert Lanza, investigador norteamericano de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, en Carolina del Norte, ganó bastante notoriedad en el mundo académico en el año 2009 tras lanzar su libro “El Biocentrismo – Cómo la Vida y la Conciencia son las Claves para Entender la Verdadera Naturaleza del Universo”. Esta obra llamó la atención porque mediante la teoría del biocentrismo, apoyada en nociones de la física cuántica, el académico concluía que la muerte, tal como la conocemos, es sólo una ilusión creada por nuestra conciencia. Así, de este modo, se podía concluir consecuentemente que sí hay una existencia más allá de la tumba.
“Los humanos creemos en la muerte porque nos han enseñado a creer que morimos, es decir, nuestra conciencia asocia la vida con el cuerpo, y sabemos que el cuerpo muere. Se nos enseña que la vida humana es sólo una actividad de carbono y una mezcla de moléculas, y que vivimos un tiempo y que después nos pudrimos bajo el suelo. El biocentrismo o universo de la biocéntrica, en cambio, nos explica que la muerte no puede ser tan terminal como creemos. Según esta teoría, la biología y la vida originan la realidad y el universo, y no al revés. Nuestra conciencia da sentido al mundo y puede ser alterada para cambiar nuestra interpretación. Desde el punto de vista de la biocéntrica, el espacio y el tiempo no se comportan de manera tan rígida ni tan rápida como nos presenta nuestra conciencia, porque son meras herramientas de nuestra mente. De acuerdo con el biocentrismo, el tiempo no existe independientemente de la vida que lo observa. La realidad del tiempo ha sido cuestionada por una extraña alianza de filósofos y físicos. Los primeros sostienen que el pasado no existe más que como idea en la mente, que a su vez son eventos neuroeléctricos que ocurren estrictamente en el momento presente. Entonces la muerte y la idea de la inmortalidad existen en un mundo sin límites espaciales ni lineales. Así, puede concluirse que la muerte no puede ser un evento terminal o final, tal y como la solemos considerar”.
Respecto a este punto, el doctor Lanza, que participó en los primeros experimentos de clonación y la generación de células madre, agrega que “el concepto de la muerte como la conocemos no existe en ningún sentido real, ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir. Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad solo existe en nuestras mentes. La idea del biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por muchos físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos en los que diversas variaciones de personas y situaciones existen y ocurren simultáneamente. Todo lo que puede suceder ocurre en algún momento en todos estos multiversos o múltiples universos posibles, lo que significa que la muerte no puede existir en un sentido real. Así, podemos afirmar que cuando morimos nuestra vida no se acaba, sino que se convierte en una flor perenne que vuelve a florecer en alguno de estos multiversos o múltiples universos posibles. Porque la muerte no puede existir en un mundo sin espacio ni tiempo. Y la inmortalidad no significa la existencia perpetua en el sistema temporal, porque se encuentra completamente fuera del tiempo”.
La teoría biocéntrica de Robert Lanza, para algunos, nos obligaría a cuestionar algunas de las creencias que nos han enseñado desde niños, cuando somos iguales a tablas rasas o recipientes vacíos. Así, si alguien cree en la muerte durante toda su vida creará su realidad en base a esta creencia, Y, por el contrario, si alguien cree que está hecho de esencia inmortal y que sólo estamos en esta vida de paso, viviremos de una forma totalmente distinta, creando nuestra realidad en base a esa creencia, por lo demás totalmente incompatible con la anterior.
Desde la década del 70′, no obstante, comenzó a desarrollarse una nueva interpretación que, en lugar de asumir una realidad que es anterior a la vida e incluso la crea, propone una imagen biocéntrica de la realidad. Desde este punto de vista, la vida – sobre todo la conciencia – crea el universo, y el universo no podría existir sin nosotros.
Robert Lanza, investigador norteamericano de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, en Carolina del Norte, ganó bastante notoriedad en el mundo académico en el año 2009 tras lanzar su libro “El Biocentrismo – Cómo la Vida y la Conciencia son las Claves para Entender la Verdadera Naturaleza del Universo”. Esta obra llamó la atención porque mediante la teoría del biocentrismo, apoyada en nociones de la física cuántica, el académico concluía que la muerte, tal como la conocemos, es sólo una ilusión creada por nuestra conciencia. Así, de este modo, se podía concluir consecuentemente que sí hay una existencia más allá de la tumba.
“Los humanos creemos en la muerte porque nos han enseñado a creer que morimos, es decir, nuestra conciencia asocia la vida con el cuerpo, y sabemos que el cuerpo muere. Se nos enseña que la vida humana es sólo una actividad de carbono y una mezcla de moléculas, y que vivimos un tiempo y que después nos pudrimos bajo el suelo. El biocentrismo o universo de la biocéntrica, en cambio, nos explica que la muerte no puede ser tan terminal como creemos. Según esta teoría, la biología y la vida originan la realidad y el universo, y no al revés. Nuestra conciencia da sentido al mundo y puede ser alterada para cambiar nuestra interpretación. Desde el punto de vista de la biocéntrica, el espacio y el tiempo no se comportan de manera tan rígida ni tan rápida como nos presenta nuestra conciencia, porque son meras herramientas de nuestra mente. De acuerdo con el biocentrismo, el tiempo no existe independientemente de la vida que lo observa. La realidad del tiempo ha sido cuestionada por una extraña alianza de filósofos y físicos. Los primeros sostienen que el pasado no existe más que como idea en la mente, que a su vez son eventos neuroeléctricos que ocurren estrictamente en el momento presente. Entonces la muerte y la idea de la inmortalidad existen en un mundo sin límites espaciales ni lineales. Así, puede concluirse que la muerte no puede ser un evento terminal o final, tal y como la solemos considerar”.
Respecto a este punto, el doctor Lanza, que participó en los primeros experimentos de clonación y la generación de células madre, agrega que “el concepto de la muerte como la conocemos no existe en ningún sentido real, ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir. Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad solo existe en nuestras mentes. La idea del biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por muchos físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos en los que diversas variaciones de personas y situaciones existen y ocurren simultáneamente. Todo lo que puede suceder ocurre en algún momento en todos estos multiversos o múltiples universos posibles, lo que significa que la muerte no puede existir en un sentido real. Así, podemos afirmar que cuando morimos nuestra vida no se acaba, sino que se convierte en una flor perenne que vuelve a florecer en alguno de estos multiversos o múltiples universos posibles. Porque la muerte no puede existir en un mundo sin espacio ni tiempo. Y la inmortalidad no significa la existencia perpetua en el sistema temporal, porque se encuentra completamente fuera del tiempo”.
La teoría biocéntrica de Robert Lanza, para algunos, nos obligaría a cuestionar algunas de las creencias que nos han enseñado desde niños, cuando somos iguales a tablas rasas o recipientes vacíos. Así, si alguien cree en la muerte durante toda su vida creará su realidad en base a esta creencia, Y, por el contrario, si alguien cree que está hecho de esencia inmortal y que sólo estamos en esta vida de paso, viviremos de una forma totalmente distinta, creando nuestra realidad en base a esa creencia, por lo demás totalmente incompatible con la anterior.
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