Con la palabra, el hombre supera a los animales… pero con el silencio se supera a sí mismo” (Paul Masson)
Gracias a los continuos avances y a la posibilidad de tomar registro de la actividad cerebral mediante pruebas de neuroimagen, la ciencia puede confirmar teorías que antes sólo podían presuponerse…
Una de ellas es la capacidad que tiene el cerebro de todos los seres humanos de regenerarse constantemente mediante la creación de nuevas neuronas (es lo que se conoce como proceso de neurogénesis).
Es por eso que las investigaciones en Neurociencia se afanan en descubrir cómo promover de manera más eficaz esa nueva creación de neuronas y evitar, el que se pensaba que era, un declive progresivo e inexorable de nuestro cerebro debido al paso del tiempo.
En esta línea de trabajo, un grupo de investigadores del Research Center for Regenerative Therapies de Dresden (Alemania) han descubierto cómo de poderoso es el impacto del silencio en nuestro cerebro.
En dicha investigación pudieron corroborar que en un grupo de ratones objeto de estudio, sometidos a 2 horas diarias de silencio, se creaban nuevas células en el hipocampo (la región cerebral relacionada con la memoria y el aprendizaje). Estas células, además, eran capaces de integrarse en el sistema nervioso central para cumplir diferentes funciones.
Para casos como la depresión o el Alzheimer la práctica del silencio podría, incluso, a llegar a ser terapéutica, según estos resultados.
Algunas técnicas de Mindfulness recurren a la práctica del silencio porque ayuda a sintonizar la conexión con el momento presente y a poder observar más detenidamente, todo el flujo de pensamientos, sensaciones y emociones que experimentamos . Practicar el silencio favorece la introspección, el autoconocimiento y potencia los momentos de claridad mental a un nivel mucho más profundo que el de las prácticas habituales.
Y no sólo ahí terminan las evidencias sobre el impacto que el silencio tiene en nuestro cerebro: el ruido estimula la activación de la amígdala cerebral que pone en marchar el mecanismo de “lucha o huida”, liberando hormonas como el cortisol que incrementan nuestros niveles de estrés percibido. Las personas que viven expuestas de manera continuada a ambientes ruidosos experimentan niveles de estrés crónicamente más elevados que aquellos que no tienen este tipo de exposición.
En una investigación llevada a cabo por la Universidad de Pavia midieron los niveles cardiovasculares y respiratorios de un grupo de músicos mientras escuchaban una secuencia de melodías, encadenadas con breves momentos de silencios entre ellas. Según el estudio, los mayores niveles de relajación no se obtuvieron mientras los músicos escuchaban sonidos relajantes, sino durante las pausas en las que únicamente era el silencio lo único que percibían. No sólo el estrés se reducía; también lo hacían sus niveles de presión sanguínea.
Gracias a los continuos avances y a la posibilidad de tomar registro de la actividad cerebral mediante pruebas de neuroimagen, la ciencia puede confirmar teorías que antes sólo podían presuponerse…
Una de ellas es la capacidad que tiene el cerebro de todos los seres humanos de regenerarse constantemente mediante la creación de nuevas neuronas (es lo que se conoce como proceso de neurogénesis).
Es por eso que las investigaciones en Neurociencia se afanan en descubrir cómo promover de manera más eficaz esa nueva creación de neuronas y evitar, el que se pensaba que era, un declive progresivo e inexorable de nuestro cerebro debido al paso del tiempo.
En esta línea de trabajo, un grupo de investigadores del Research Center for Regenerative Therapies de Dresden (Alemania) han descubierto cómo de poderoso es el impacto del silencio en nuestro cerebro.
En dicha investigación pudieron corroborar que en un grupo de ratones objeto de estudio, sometidos a 2 horas diarias de silencio, se creaban nuevas células en el hipocampo (la región cerebral relacionada con la memoria y el aprendizaje). Estas células, además, eran capaces de integrarse en el sistema nervioso central para cumplir diferentes funciones.
Para casos como la depresión o el Alzheimer la práctica del silencio podría, incluso, a llegar a ser terapéutica, según estos resultados.
Algunas técnicas de Mindfulness recurren a la práctica del silencio porque ayuda a sintonizar la conexión con el momento presente y a poder observar más detenidamente, todo el flujo de pensamientos, sensaciones y emociones que experimentamos . Practicar el silencio favorece la introspección, el autoconocimiento y potencia los momentos de claridad mental a un nivel mucho más profundo que el de las prácticas habituales.
Y no sólo ahí terminan las evidencias sobre el impacto que el silencio tiene en nuestro cerebro: el ruido estimula la activación de la amígdala cerebral que pone en marchar el mecanismo de “lucha o huida”, liberando hormonas como el cortisol que incrementan nuestros niveles de estrés percibido. Las personas que viven expuestas de manera continuada a ambientes ruidosos experimentan niveles de estrés crónicamente más elevados que aquellos que no tienen este tipo de exposición.
En una investigación llevada a cabo por la Universidad de Pavia midieron los niveles cardiovasculares y respiratorios de un grupo de músicos mientras escuchaban una secuencia de melodías, encadenadas con breves momentos de silencios entre ellas. Según el estudio, los mayores niveles de relajación no se obtuvieron mientras los músicos escuchaban sonidos relajantes, sino durante las pausas en las que únicamente era el silencio lo único que percibían. No sólo el estrés se reducía; también lo hacían sus niveles de presión sanguínea.
Ahora ya lo sabes: el silencio, además de liberarte del estrés, también mejora tu memoria, reduce tu presión arterial y potencia la claridad mental…. ¡Disfrútalo!El silencio “recarga”, por así decirlo, nuestro cerebro…. Un cerebro que permanece demasiado tiempo sobreestimulado, a lo largo del día, dejando sin recursos a la corteza prefrontal, que es la encargada de planificar, razonar y demás funciones ejecutivas.
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