No sólo la piel pierde firmeza y elasticidad a medida que pasan los años. También el cerebro sufre un efecto similar con el correr del tiempo, según acaba de sugerir una investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Según los datos de este trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) y la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil), cuando envejecemos disminuye la tensión en los pliegues de la corteza cerebral, el tejido se vuelve más laxo. Esta pérdida de firmeza es aún más pronunciada -y aparece de forma más precoz- en los pacientes con Alzheimer, un hallazgo que, según los investigadores, puede ayudar a comprender mejor la arquitectura del cerebro y diagnosticar de forma anticipada las enfermedades neurodegenerativas.
Los científicos llegaron a esta conclusión después de estudiar y mapear los pliegues del cerebro de alrededor de 1.000 individuos a través de una resonancia magnética y utilizando un algoritmo para el análisis.
Investigaciones previas habían demostrado que, en los mamíferos, los pliegues de la corteza cerebral, el tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios, responden a unas leyes universales; es decir, pese a que su tamaño y su forma son diferentes, todos siguen un mismo patrón de plegado.
Dado que una de las muestras más claras de la evolución del cerebro es la expansión y el desarrollo de la corteza cerebral, los investigadores, dirigido por la científica Yujiang Wang, de la Universidad de Newcastle, quisieron comprobar si estas reglas de plegado también se cumplían en los seres humanos, cuyo cerebro está más plegado que el de otros animales.
"El trabajo muestra que el ser humano sigue el mismo patrón observado en otros mamíferos", ha explicado Marcos Llanero, coordinador del Grupo de Estudio de Neurogeriatría de la Sociedad Española de Neurología (SEN). "Este plegado es la solución que ha encontrado la naturaleza para aumentar la superficie cerebral sin tener que disponer de una cabeza más grande", ha aclarado el especialista.
Con estos datos en la mano, y valiéndose de modelos matemáticos, los investigadores utilizaron los patrones definidos para estudiar cambios en los cerebros humanos y evaluar hasta qué punto la edad y otros factores como el género ejercían alguna influencia. Así identificaron un parámetro, definido como tensión de la superficie cortical, que parecía disminuir con el paso de los años. "Podría compararse con la piel. A medida que envejecemos, esta tensión también caía y el tejido se mostraba más flojo", ha señalado Wang en un comunicado distribuido por la Universidad de Newcastle.
"El efecto de la edad sobre el cerebro era algo que los neurólogos ya sabíamos. Hay muchas evidencias de que el cerebro pierde elasticidad con el envejecimiento. Del mismo modo, también es bien conocido que un cerebro de un paciente con Alzheimer guarda muchas semejanzas con un cerebro envejecido", ha señalado el portavoz de la SEN.
"Ahora tenemos que ver de qué forma pueden usarse estos datos para que la investigación avance, para conocer mejor, por ejemplo, los mecanismos implicados en las enfermedades neurodegenerativas. De momento, estos hallazgos son muy preliminares y es prematuro decir si podrán ser útiles para la práctica clínica en el futuro", ha añadido.
En la revista científica, los autores remarcan que precisamente el siguiente paso de sus investigaciones será tratar de averiguar si los cambios detectados pueden utilizarse de alguna manera como indicadores precoces de enfermedad.
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